LA MONTAÑA NOS HABLA
Desde 1972, familiares de los que quedaron en la Cordillera, vuelven a la montaña para reencontrarse con el recuerdo y la presencia casi tangible de sus seres queridos. Este es el caso de Juan Manuel (Juan-Juan) , sobrino de Marcelo Pérez del Castillo el capitán de aquel equipo de Old Christian’s, acompañado por Diego Pérez del Castillo, también sobrino del capitán, quien visitara la montaña por primera vez.
Esta fue una vuelta diferente, con sus familias, hasta niños de apenas 6 años integraban la comitiva. Primos, hijos, sobrinos y amigos unidos por la memoria de quienes hicieron el máximo sacrificio para los demás. En total eran 23. Para Juan-Juan, como lo conocen todos: “Hay que estar ahí. Aseguro que vale la pena; permite aunque sea de manera muy chica, imaginarse lo que les tocó vivir; así como comprobar que entre ellos y la montaña sin duda hubo y hay comunicación”.
Es la segunda ida de Juan-Juan a la cordillera y ya antes de salir dijo que sería la última pero la vida, y los caminos de montaña dan muchas vueltas.
Tras un agradable viaje en auto, parando para estirar las piernas y acortarles la odisea a los niños, llegaron a destino. Montados a caballo, hicieron el duro recorrido por los estrechos caminos de montaña, cruzando arroyos y remontando un paisaje árido sin el verdor de otras ocasiones por la falta de lluvias. Un día particularmente caluroso y soleado les hizo el viaje un poco más pesado todavía. Hasta ese momento era todo aventu ra y adrenalina.
“Cuando llegamos a la cruz, ahí nos cayó la ficha de adónde estábamos llegando”, contó Juan-Juan. En ese lugar, la comitiva presentó sus respetos, realizó los homenajes y colocó una placa a la memoria de su tío Marcelo e hicieron dos discursos.
“Para mí que ese sea el lugar donde Marcelo pasó sus últimas horas, donde dejó su último legado, donde tuvo sus esfuerzos y última dedicación al prójimo, donde tan pocos familiares hemos estado… Siento que con mi hermano representamos a mi viejo. Es muy fuerte”, relató.
La montaña habló. Habló con la voz de una gran tormenta, con frío, lluvia y hasta granizo; inimaginables unos minutos antes. “Para completar un tremendo alud cayó en nuestras narices con un ruido ensordecedor”, contó Juan-Juan. “La montaña habla, la montaña tiene comunicación con ellos. Yo no soy un loco, ni ningún creyente exacerbado”, se explicó.
La montaña volvió a hablar al día siguiente de un nuevo homenaje en la cruz que recuerda a los que no volvieron en 1972, pero esta vez, habló con ánimo conciliador. Dos arcoiris cruzaban el cielo, uno de ellos naciendo exactamente en lugar donde cayó el avión Fairchild en 1972.
Juan-Juan reconoció que salió de Montevideo con la idea de que este fuera su segundo y último viaje al lugar donde permanece intacta la memoria de su tío. “Yo se que dije que no volvería. Es largo el viaje. Tiene sus riesgos y allá no es una papita. Pero ahora pienso que tengo la necesidad de volver. Mi familia cambió. La familia se unió. Sueño con que algún día este sea un viaje opcional para los chicos del Colegio (Stella Maris) de cuarto año en adelante. ¿Y por qué no para los chicos de la Biblioteca?”, se preguntó.