Recomendados octubre 2015
Este mes recomendamos la nueva novela de Henning Mankell y un libro imperdible sobre la vida de Aarón de Anchorena.
Arenas movedizas, de Henning Mankell
Arenas movedizas es, en cierta manera, un libro de memorias, pero muy peculiar. No hay sucesión temporal y el arranque es la enfermedad actual del autor y lo que su diagnóstico desencadenó en él: recuerdos distanciados en el tiempo y no necesariamente consecutivos, que Mankell relaciona de un modo u otro con las grandes preguntas del hombre: ¿qué somos?, ¿cómo nos enfrentamos a la muerte?, ¿de qué tenemos miedo?, ¿qué mundo dejaremos en herencia?, ¿en qué creemos, y por qué? Para responder a ellas, Mankell recurre a sucesos del pasado: un día en el colegio cuando era pequeño, una visita al Museo Británico, una lectura sobre la Isla de Pascua, la verdadera naturaleza de las arenas movedizas o el poder del hielo, la muerte de un niño mozambiqueño, visitas a Salamanca, a Mantua, a Buenos Aires, a Malta y a las ruinas de Hagar Qim… Con estas incursiones en el pasado surge un retrato, desde la infancia y la adolescencia hasta la madurez, del Mankell de carne y hueso, que examina su vida y, con ella, cuestiones que afectan a toda la humanidad.
Anchorena. La leyenda del patricio aventurero, de Raúl Ronzoni
Aarón de Anchorena tenía todo como para gozar de la vida disipada y alegre del París de principios del siglo XX: fortuna familiar inabarcable, influencia política, don de gentes, propensión a exhibir sus éxitos románticos… Sin embargo, otra faceta heredada de los antepasados que, voluntariosos y audaces, construyeron un imperio económico en Argentina, lo guiaba hacia la aventura, las expediciones, las cacerías en lugares extraños. Su última gran aventura, cruzar el Río de la Plata en globo, lo inserta definitivamente en lo que fue su segunda patria: Uruguay.
La zona de Colonia en donde descendió juntó a Newbery marcó lo que sería su residencia hasta su muerte en 1965: la estancia hoy conocida como Anchorena, la lujosa residencia presidencial que legara al Estado uruguayo. Su madre, deseosa de que Aarón se apaciguara en sus desbordes, compra las tierras que su hijo vio como un paraíso, su paraíso para construir, poblar de árboles y fauna exótica, coleccionar tanto arte como cabezas de animales embalsamados y vivir con su único amor perdurable. Ronzoni no se limita a hablar de Aarón: realiza una semblanza contundente de una estirpe de patricios que marcaron buena parte de la historia argentina y, circunstancialmente, nuestra.